Día a día

SOR EMILIA ESTALLO, CANONESA DEL SANTO SEPULCRO

Si tecleabas ayer este nombre en un buscador no lo encontrabas porque esta mujer pasó desapercibida para el mundo pero no para los seres humanos que poblaron su escenario vital. Hoy, además de recordarla con respeto y admiración, la ponemos en el mundo y cuando se teclee su nombre cualquier persona, desde cualquier sitio, podrá saber de ella (1921-2013). En primer lugar que era Canonesa del Santo Sepulcro, desde el año 1951, en el Monasterio de la Resurrección de Zaragoza fundado allá por los principios del siglo XIV. En un edificio mudéjar que alberga un monasterio fundado canonicamente el 13 de mayo de 1306, cuando las religiosas que integraban la primera comunidad prestaron obediencia ante fray Bernardo, Prior de la Orden del Santo Sepulcro de Jerusalén, y se sometieron a la Regla y costumbres de la Orden. Era un momento y un tiempo en el que tres personas adquirieron especial relevancia como benefactores e impulsores de su construcción, el rey Pedro IV de Aragón, el arzobispo de Zaragoza don Lope Fernández de Luna y Fray Martín de Alpartir, canónigo de la Orden del Santo Sepulcro. Pero, en esta mañana de sábado no vamos a recordar el monasterio, nacido al amparo y protección del arzobispo de Zaragoza, y no lo vamos a ahcer puesto que ha sido estudiado muchas veces y muy bien por el doctor don Wifredo Rincón, buen amigo y académico, a cuyos libros pueden acudir. Hoy vamos a dedicar estas líneas a una monja canonesa que nació -el 6 de marzo de 1921- en esos paisajes pirenaicos de Broto, a los pies del valle de Ordesa, en ese camino que recorre el Altoaragón desde este a oeste. Hoy la han enterrado en ese claustro en el que pasó sus años dedicándose a pedir por los demás y a ayudar a los demás, hasta el 4 de abril, en que murió. Su entierro ha sido casi con y en clausura, después de una entrañable ceremonia en el que nos ha presidido su intemporal rostro, como lo han hecho desde siglos los cuerpos sin vida de las canonesas. Y desde hoy su imagen ya es historia en las retinas de miles de personas que han sabido de ella y que, a buen seguro, estarán dando gracias a Dios por su vida de entrega y servicio. Sor Emilia Estallo Aso se ha ido al otro mundo, al encuentro con Cristo resucitado del que hablabamos hace pocos días, con esa sonrisa entrañable que le acompañó, con esa cara de alegría y de paz, con esa aureola de cercanía y comprensión. Y por eso la quiero recordar con mucho respeto y admiración, con el que se ganan las personas humildes que saben dar un paso atrás y abandonar los protagonismos, enseñándonos el buen camino. Era todo un ejemplo, seguirá siendo todo un ejemplo para admirar este monacato que reza y que genera una corriente espiritual benéfica inmaterial pero presente para todos. Y mucho más, este modelo de monja al servicio de la comunidad justifica su presencia en el mundo de hoy, descalificando a las pocas excepciones de monja que se cree centro del mundo, que le inunda la soberbia, que sólo vive para el aplauso, que se esconde en una fingida sonrisa. Sor Emilia se ha ido en paz y nos ha dejado paz, mucha paz, además de un buen ejemplo a seguir, y que a buen seguro mantendrán vivo sus dos hermanas canonesas que permanecen en esta vieja fundación. Por ello le agradecemos al Señor el haber podido cruzarnos en su camino en alguna ocasión y aprender a compartir humildad. En las cumbres que rodean a Broto estas madrugadas el sol incide con mayor fuerza, en homenaje a esta canonesa aragonesa, implicada en un monasterio aragonés nacido en la experiencia religiosa de nuestros reyes de Aragón y de nuestros antecesores en esta tierra bendecida por la presencia de María de Nazaret. Sor Emilia ya está con Cristo resucitado, ha podido ver cumplido el deseo mantenido durante 92 años. Paz a sus hermanas y paz a sus amigos.