Día a día

MATAR A JUDAS EN TIERRAS NAVARRAS

Esta Semana de Pasión, la gran Semana Santa del pueblo de Dios, ha ido construyendo una serie de hermosas tradiciones que se reparten por la geografía de España. Una de ellas, en tierras vecinas, tiene como protagonista al traidor Judás, al mismo que esta noche recordamos que entregó a Cristo. Por eso, en Cabanillas se le persigue, acorrala y se manda a la eternidad. Estamos en un pequeño pueblo, cercano a Tudela, que fue dominio de la Orden Hospitalaria de San Juan de Jerusalén y que históricamente fue lugar fronterizo entre cristianos y musulmanes. Como dicen sus gentes, resulta curioso, por tanto, que el protagonista de los festejos del domingo de Ramos sea un judío, aquel que la tradición atribuye la traición de Cristo: Judas Iscariote. Dicen que la Tradición arranca en 1891… Y ahora os lo cuentan los mismo vecinos que escriben en la red del pueblo sobre estas cosas tan ancladas en la tradición y no ajenas a la presencia en el lugar de una orden militar poderosa. Leamos cómo nos cuentan que «el escenario es la plaza del Ayuntamiento, donde se reúne el millar y medio de vecinos para los dos actos que protagonizan el día. El primero es la llamada Procesión del Encuentro, durante la cual una niña vestida de ángel le anuncia a la Virgen María la buena nueva de la Resurrección de Jesús. A continuación, a las 13:00 aproximadamente, llega el momento más esperado y divertido. Los jóvenes se disfrazan de legionarios romanos y, acompañados de cinco vestales, suben al balcón del consistorio, desde donde el capitán ordena la captura de Judas. Éste es interpretado por algún mozo del pueblo vestido con un traje rojo y plateado y una malla en la cabeza, que debe huir de una decena de perseguidores. Para ello corre, salta a los balcones, se esconde dentro de las casas, roba comida, se parapeta entre los espectadores, toma a niños como rehenes e incluso “hiere” a algún soldado, todo ello mientras es increpado por la multitud. La fuga no suele durar más de un intenso cuarto de hora -salvo que haga mucho frío y acuda menos gente, con lo que hay más espacio para escapar- y al final siempre es capturado y “decapitado” públicamente en la plaza mayor, llevándose luego el cuerpo en volandas hasta el Ayuntamiento. Luego se leen unos versos satíricos sobre las andanzas amorosas de los jóvenes. El castigo a esta denostada figura es algo que se repite en otros lugares de Navarra e incluso de más sitios de España. La diferencia es que suele ser un muñeco mientras que en Cabanillas es de carne y hueso. Una tradición iniciada en el siglo XIX seguramente siguiendo una tradición anterior de los caballeros hospitalarios, que le darían al acto un carácter más ecuestre. Al crecer el número de personas asistentes, se volvió peligrosa la persecución en caballería, optándose por hacerla a pie». Como podéis apreciar todo un mundo de sugerencias que nos ayuda a conocer nuestras raíces.